jueves, 30 de julio de 2015

¿Porque elegimos ser entrenadores?

Elegir ser entrenador Ser o no un buen entrenador se despliega en una multitud de detalles, algunos de ellos mínimos, sutiles. Es aquel que no hace una distinción entre buenos y malos. Es el que sabe que un niño tiene que tener valor de sí mismo para poder jugar. Es el que debe saber que un niño tiene necesidad de saber que puede hacer las cosas, para llegar a hacerlas. Es el que sabe adaptarse a lo que es ese niño, porque todos no son iguales. Es aquel que conoce que algunos necesitan una palabra fuerte, y otros a quien una palabra fuerte puede destruir. Un buen entrenador sabe que no se puede enseñar sin alegría. No es posible enseñar, ni el chico puede aprender, con miedo. El niño debe aprender liberado. En definitiva: un buen entrenador es el que sabe enseñar. ¿Y qué es saber enseñar?. Transmitir lo que uno sabe, dedicarse de lleno y resolver con los propios medios las dificultades que tengamos. La enseñanza efectiva del fútbol se fundamenta en la calidad de la relación entre el entrenador y el jugador. No termina cuando termina el entrenamiento, cuando acaba el partido. No demos la impresión de que mientras estemos en horario de trabajo, me importa mi equipo, pero no me molesten después. Uno de los principales ingredientes de la educación deportiva es el amor por ella. El deseo del jugador por el conocimiento del entrenador es muy pequeño comparado con el deseo que debe tener el entrenador por dar conocimiento al jugador. Pero para que esto sea viable el entrenador primero debe aprender a enseñar, ya que no puede darse lo que previamente no se adquiere o se tiene. Hacen falta entrenadores porque necesitamos aprender a vivir, y porque los que ya hemos vivido experiencias, y entendemos más o menos cómo funciona el deporte del fútbol, tenemos el deber de orientar a los que desean vivirlo. Elegir ser entrenador es un bello y generoso intento por saldar las deudas contraídas con los entrenadores que uno tuvo, comprometiéndose, a la vez, con otros. Hacer con estos lo que han hecho con uno. La elección por entrenar muchas veces admite esa explicación. Entrenó a mucha gente, y si no hubiera entrenador a nadie, me entrenó a mí y le debo mucho. No hay situación más emocionante que encontrarme con un ex-jugador que entrenaras y te diga: Yo me hice entrenador porque tú lo fuiste mío, y que admita que mi voz aún retumba en su memoria con un grato recuerdo, no existe mejor homenaje que no te hayan olvidado, que te hagan sentir decisivos en sus vidas, y que hayas creado en ellos la vocación de enseñar el deporte del fútbol.

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